Tras leer el documento “Las marcas y la enseñanza” viene a mi mente una única pregunta: ¿hasta dónde vamos a llegar? Cada día que pasa es un día perdido en una lucha contra las empresas y las marcas que, únicamente, tratan de inculcar unos “valores” que cambian continuamente, con el único fin de llevarnos a una sociedad consumidora y materialista, una sociedad donde el tener está por encima del ser.
Digo esto porque me ha impresionado, en gran medida, unas líneas del texto que venían a decir que los alumnos de la Universidad de York, en Toronto, asisten a clase con sus capuchinos, se sientan en las últimas filas a charlar y se marchan. Están de paso, haciendo compras, y no sienten interés por el conocimiento. Cuando esto ocurre algo falla, y es responsabilidad de todos encontrar soluciones y llevarlas a cabo de inmediato.
Actualmente, muchos alumnos valoran más a la persona en función de qué tipo de ropa lleva, qué teléfono móvil utiliza, etc., que por lo que esa persona es en sí. Estos comportamientos se deben, por un lado, a la intervención mediática de las empresas que han entrado en todos los rincones de nuestras vidas y parecen habernos robado nuestra capacidad para decidir y, por otro lado, a la nula intervención de educadores para evitarlo. Por eso la labor docente debe entrar en juego y actuar de inmediato. ¿Educamos, en el amplio y único sentido de la palabra, o simplemente somos transmisores de conocimiento? Da la sensación que la enseñanza, poco a poco, se está convirtiendo en un pasatiempo más para los alumnos, y lo que es peor, todos lo estamos permitiendo. Antes se podía intuir, ahora es toda una realidad, muy presente, que muchos grupos de alumnos ven en los centros escolares el lugar ideal para pasar el rato sin sufrir el frío del invierno, la lluvia de la primavera o el intenso calor del verano.
Quizá las empresas tengan la victoria asegurada después de tantos años inculcando valores falsos y, sobretodo, pasajeros. Es el momento, entonces, de olvidarnos de estos valores y recordar las cuatro virtudes del ser humano, verdaderas e inamovibles, de las que nos habló Platón: Sabiduría, Valor, Autocontrol y Justicia. Puede que la labor docente deba incidir más en inculcar estas virtudes y no limitarse únicamente a transmitir conocimientos. Da la sensación que el ser humano ha evolucionado mucho en cuanto a técnicas de trabajo, medios de comunicación, ciencia, tecnología, transporte, medicina y un largo etcétera. Pero, ¿nos hemos parado a pensar si el propio ser humano ha evolucionado? Quizá si dejáramos de mirarnos a nosotros mismos y mirásemos al mundo que hemos creado podremos encontrar la respuesta.
Sin duda alguna, las empresas y las marcas comerciales tienen su función en la sociedad. Aportan y nutren al mundo con sus productos, mejorando, en muchos casos el nivel de vida. Pero eso no implica que debamos darles el suficiente poder para manipular la forma de pensar, de vestir, de vivir… en definitiva, de ver el mundo. Somos los consumidores quienes debemos ver el mundo a través de nuestros propios ojos y no desde los de las grandes marcas comerciales. De otro modo, ¿hasta dónde vamos a llegar?
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